
¿Quedarse en el campo o ir a la ciudad?

Aprovechas lo que has aprendido con tu familia, así como los recursos que tienen, y te involucras en el mercado cafetero.

Te mudas a la ciudad más cercana para buscar trabajo e iniciar una nueva vida en la urbe.
Muchos jóvenes que crecen en zonas rurales se enfrentan a la decisión de permanecer en el campo y dedicarse a lo agropecuario, o mudarse a centros urbanos para buscar alternativas de vida.
Teniendo en cuenta que cada territorio ofrece oportunidades y retos,
si fueras un joven que creció en una familia cafetera, la cual se dedica a producir café, y acabaras de graduarte del colegio, tú:
El contexto

"Mijo, estudie y váyase pa' que no sea como yo"

Fredonia

Un pueblo pionero de la cultura cafetera
En el bus de ida, la niña emocionada y de traje veranero que preguntaba: “mamá, ¿ya casi llegamos a las vacaciones?”. En el bus de regreso, los tres hombres que se subieron en el camino, se hicieron atrás y discutían: “¿le hacemos de una vez, o esperamos a que se llene más esto?”. Durante los 58 kilómetros que la separan de Medellín, ya podía sentirse lo que a Fredonia da vida y hace padecer.
Desde su nacimiento en 1830, este municipio del suroeste antioqueño ha sido cuna de grandes y pionero del gran producto agrícola colombiano. Este último era caracterizado por Rafael Uribe Uribe, nieto del fundador de Fredonia, como aquel que “sostiene, da bríos y lucidez, reanima la acción muscular, suelta la lengua, apresura la circulación de la sangre, y produce, en suma, una sensación agradabilísima”.
Fredonia, cuna de grandes como Rodrigo Arenas Betancourt, Efe Gómez, Jaime Isaza Cadavid o el personaje ficticio Juan Valdez, y pionero en la producción del café en Colombia. “El haber sido primer municipio productor de café en el país, el haber colocado la marca de Café Fredonia en el mercado de New York, (…) nos tiene que llenar de sano y trascendente orgullo”, escribió el presidente del Centro de Historia de Fredonia, Antonio Estrada, en la publicación oficial número 67 de la institución.





Pero una sensación no tan agradable, que también acelera el flujo de sangre y más que soltar la lengua, provoca que muchos callen, es la que despierta la actual situación del municipio. “Hoy casi no somos importantes en los contextos de nada”, afirma Estrada con resignación.
Según el censo cafetero realizado en el pueblo, para los años 30 del siglo pasado, Fredonia tenía sembrados más de 7 millones de árboles de café, que producían anualmente cerca de 3,5 millones de kilogramos del grano. Semejante actividad requería de muchísimos trabajadores, que incluso migraban de otras regiones del país. Hoy, lejos del auge cafetero fredonita, este lugar sufre altas tasas de desempleo y una disminución de sus habitantes.
Entre trayectos de dos horas, vías con bastantes curvas y paradas a lo largo del camino, el bus de Fredonia presenta algunas de sus realidades, ocultas a quien desconoce la historia de su destino. Da cuenta de incertidumbres laborales, a veces materializadas en jóvenes que piden dinero en el transporte público, deja ver presencia de fincas vacacionales a través de familias que viajan por recreo, da muestra de las complejidades del cercano pueblo.


La grandeza del pasado
Mariano Ospina Rodríguez, expresidente de Colombia y fundador del Partido Conservador, regresó de su exilio en Guatemala con semillas de café. “En 1876 las sembró en Fredonia porque conocía su clima, lo que convirtió al municipio en el pionero de la caficultura en Antioquia”, expone Jaime Moreno, historiador del área de Patrimonio y Turismo de Fredonia. Fue pionero porque antes se había intentado cultivar café en lugares como Puerto Valdivia o Rionegro, pero la temperatura no era favorable.

Mariano Ospina Rodríguez, expresidente de Colombia y fundador del Partido Conservador, regresó de su exilio en Guatemala con semillas de café. “En 1876 las sembró en Fredonia porque conocía su clima, lo que convirtió al municipio en el pionero de la caficultura en Antioquia”, expone Jaime Moreno, historiador del área de Patrimonio y Turismo de Fredonia. Fue pionero porque antes se había intentado cultivar café en lugares como Puerto Valdivia o Rionegro, pero la temperatura no era favorable.
“El municipio tiene sus tres pisos térmicos, desde riberas del Río Cauca hasta elevaciones de los cerros”, explica David Vélez, ingeniero agroindustrial. Lo anterior, junto con una temperatura promedio de 20 grados centígrados, otorga unas excelentes condiciones ambientales para el cultivo del café en varias zonas, y Ospina Rodríguez lo sabía.


Mariano Ospina Rodríguez, expresidente de Colombia y fundador del Partido Conservador, regresó de su exilio en Guatemala con semillas de café. “En 1876 las sembró en Fredonia porque conocía su clima, lo que convirtió al municipio en el pionero de la caficultura en Antioquia”, expone Jaime Moreno, historiador del área de Patrimonio y Turismo de Fredonia. Fue pionero porque antes se había intentado cultivar café en lugares como Puerto Valdivia o Rionegro, pero la temperatura no era favorable.
La grandeza del pasado
“El municipio tiene sus tres pisos térmicos, desde riberas del Río Cauca hasta elevaciones de los cerros”, explica David Vélez, ingeniero agroindustrial. Lo anterior, junto con una temperatura promedio de 20 grados centígrados, otorga unas excelentes condiciones ambientales para el cultivo del café en varias zonas, y Ospina Rodríguez lo sabía.
Con la difusión de esta actividad agrícola, en Fredonia surgieron haciendas como Claraboya, El Amparo, El Colegio, Gualanday, Agualinda, San Pedro, Jonás y Piamonte; varias de ellas propiedad de célebres personajes como Rafael Uribe Uribe.
Estos terrenos cafeteros eran tan grandes y representativos en la economía, que incluso llegaron a utilizar sus propias fichas como medio de pago. De acuerdo con Aníbal Arcila en la publicación Fredonia Histórica No. 64, “al finalizar la jornada, todos los trabajadores llevaban los tarros al beneficiadero, donde se medía la cantidad que cada uno había recogido, y, a cambio, se les entregaban fichas. (…) Eran intercambiables por dinero, víveres, productos y hasta en los burdeles”.
La importancia del municipio era tal, que incluso, como explica Antonio Estrada en esa misma publicación, “el 8 de junio de 1931 se realizó la primera Asamblea Departamental de Cafeteros, que honrosamente nos escogió como su sede”.

El historiador Jaime Moreno explica que “el apogeo del café en Fredonia fue en 1930, cuando llegó a ser el mayor productor de café del país. Había haciendas muy grandes y con cerca de 300 0 400 trabajadores por cosecha, pero a partir de esa fecha llegaron los problemas. La mayoría de las fincas se acaban, en parte porque era difícil manejar tanto personal”. Esto no significa que haya desaparecido la actividad, sino su realización a escalas tan grandes.
Además de lo económico, la caficultura tuvo un gran impacto social. “Nada mejor que instituir las Fiestas del Café, que empezaron a celebrarse anualmente, tradición que no se ha interrumpido, gracias al entusiasmo y al empuje del pueblo fredonita”, escribe el vicepresidente del Centro de Historia, Álvaro Velásquez, en Fredonia Histórica No. 67. El evento, que destaca el valor cultural del café en el pueblo, se realiza a finales de diciembre e incluye reinados, presentaciones musicales y corralejas, siendo estas últimas una particularidad en climas templados como el de Fredonia.
Crecer entre cafetales, bultos apilados y granos secando en las calles, ha sido cotidiano en este municipio. “En síntesis somos y seremos café, esa es la esencia de nuestra gloriosa historia”, afirma en la misma publicación el alcalde de Fredonia, Mauricio Alejandro Toro.
"En síntesis somos y seremos café, esa es la esencia de nuestra gloriosa historia"
Cerro Combia
2.100 msnm
Iglesia de Santa Ana
3 cups
Blueberries
Estatua de Simón Bolivar
Elaborada por Rodrigo Arenas Betancourt
Monumento a Simón Bolívar
Altura del casco urbano
1.800 msnm


1881
Iniciaría la primera despulpadora. Se contruyeron haciendas como Gualanday y el Amparo.

1931
Fredonia fue sede de la Primera Asamblea Departamental de Cafeteros de Antioquia.

1989
La finalización del Pacto Internacional del Café ocasiona una crisis cafetera.




1876
Llegó el café gracias a Mariano Ospina Rodríguez. Iniciaron cultivos en veredas como Naranjal y Murrapal.
1929
Se realizó un censo cafetero en el municipio, contabilizando 7’311.030 árboles de café.
1961
Aparece la Cooperativa de Caficultores de Fredonia, pionera en el departamento.
1996
La Federación Nacional de Cafeteros creó el Programa de Cafés Especiales de Colombia.

Cambios de rumbo
Los suelos fredonitas han transformado sus orígenes caficultores. A pesar de las raíces cafeteras que desde finales del siglo XIX allí se anclaron, factores ambientales, la destinación de los suelos, así como asuntos sociales y de orden público, afectaron los cultivos del grano.
Con la desaparición de algunas haciendas de café, muchos trabajadores abandonaron el municipio, y aquellos que quedaron no ignoran el cambio. “Mi exesposa es de la Vereda Poblanco. Allí había una finca grandísima que reunía unos 17 agregados de café, pero ahora solo queda una casita y como 3 trabajadores que recogen cítricos y cuidan el ganado”, afirma el fredonita Jaime Moreno.



La ganadería tuvo un gran impacto en el reemplazo de los cultivos cafeteros. En primer lugar, porque estos se vieron afectados por enfermedades causadas por el hongo de roya, así como por la broca, la plaga que más causa daño a los sembrados de café a nivel mundial. El cafetero Pedro Nel Maya explica que “eso llevó a buscar otras alternativas, y como lo pecuario era más económico y requería menos personal, se aumentó el desempleo”. Cabe destacar que, según cifras de la Federación Nacional de Cafeteros FNC, actualmente casi el 96% de los cultivos de Fredonia son resistentes a la roya, lo que protege la producción.
Además de estos factores ambientales, a los que ahora se suma el cambio climático con sus sequías, inundaciones, variaciones en los ciclos climáticos y enfermedades que afectan a la planta, también apareció otro ambiente que modificó los usos del suelo, y sería el de la ilegalidad.
En el municipio se evidenciaron los efectos del narcotráfico a causa de fredonitas como Jaime Builes o foráneos como Pablo Escobar, quienes invirtieron en tierras de forma masiva. La auxiliar administrativa de la Seccional Fredonia del Comité Departamental de Cafeteros, Elbia Restrepo, quien lleva 35 años en la institución, revela que “entre 1977 y 1982 el pueblo fue muy poderoso debido a las drogas. Las fincas tradicionales cambiaron su rumbo, todo empezó a encarecerse, y la gente prefería venderles su tierra o trabajarles, porque pagaban cantidades desbordadas que ningún otro podía asumir”. A causa de esto, “Fredonia perdió mucha área productiva en café, porque esas fincas se volvieron recreativas”, comenta el cafetero David Vélez.
"Se evidenciaron los efectos del narcotráfico a causa de fredonitas como Jaime Builes o foráneos como Pablo Escobar, quienes invirtieron en tierras de forma masiva".





La cercanía con Medellín también ha dado vía a la migración de problemáticas urbanas como el microtráfico. Ejemplo de ello es la Operación Tsunami realizada en 2017 contra el clan Aguilar, que dejó 69 capturados. Según la Revista Semana, en su publicación De pequeños narcos de pueblo a sucursales del Clan del Golfo, “los Aguilar se ganaron el respaldo de la mayor organización criminal de Colombia. Con la asociación vino una capacitación en el manejo de estupefacientes, así como una llegada de armas y de hombres que desató una violencia jamás vista en el pueblito antioqueño”.
Otro aspecto crítico es la minería. Aunque hay explotación de carbón en algunos sectores, el municipio no ha sido extractivo en general. “La zona de Palomos es la más descompensada socialmente y esto tiene mucho que ver con su vocación minera. Además, visitas de extranjeros han despertado rumores de que el municipio tiene yacimientos de oro”, revela Antonio Estrada, presidente del Centro de Historia de Fredonia.
“Estamos muy preocupados con la minería, hemos hecho cabildos y protestas. El cerro aledaño al casco urbano es de alto riesgo, y allí practican minería a campo abierto. Cualquier excavación, además de contaminar agua, desestabiliza el suelo”, comenta Elbia Restrepo, auxiliar administrativa de la Seccional Fredonia del Comité Departamental de Cafeteros, y quien también produce el grano de forma independiente. Ella, al igual que muchos fredonitas, reconoce cuál es la verdadera riqueza del municipio, que algunos llaman café oro.
Este producto “sigue siendo representativo en el pueblo, si bien no como antes”, admite Estrada. A pesar de todo, algunos cafeteros han logrado mantenerse, y otros han apostado por emprender. Es que, como declara Pedro Nel Maya, “Fredonia es historia, tradición y café”.



La cultura

Germinar, crecer, recolectar

Sembrar café es también sembrar su cultura. El tiempo y esfuerzo requerido en cultivo no garantizan un óptimo resultado, y así como muchas producciones pueden perderse, numerosos descendientes de familias cafeteras optarán por florecer en tierras ajenas y cosechar otros elementos. Si bien los cuidados del campesino que cría y siembra -que a fin de cuentas puede ser la misma cosa- son influyentes tanto en la vida del cafetal como de su hijo, es la naturaleza la que determina su rumbo.

Sembrar la cultura cafetera
El cafeto es un arbusto que crece en regiones tropicales y pertenece a la familia de las rubiáceas. Javier, por su parte, creció en Fredonia y es miembro de la familia Pareja.
Sobre la actividad cafetera, explica que “algunos lo hacemos por pasión, es nuestro entorno e identidad. Es algo que uno quiere conservar y que permanezca en el tiempo, e involucre a otras generaciones”.
Al preguntarse de dónde surgió esa pasión, hay que ir a las raíces. Javier recuerda que “de niño, yo iba mucho donde mi abuela y la ayudaba en vacaciones. Ella hacía su propio chocolate y café, transformaba lo que producía. Era muy artesanal porque en esa época no había luz”.
Otros nietos que crecieron en parcelas cafeteras fueron los Palacio. “Desde pequeños ayudábamos en la finca del abuelo, no teníamos opción”, explica Wilson, quien junto con sus hermanos continúa trabajando en aquel lote, el cual hace parte de las 9.348 fincas dedicadas al café en Fredonia, según el Comité Departamental de Cafeteros de Antioquia.
También sucedió así con Pedro Nel Maya. “Nací en una finca cafetera que todavía es de la familia, y conozco un poco del café”, confiesa con modestia este cafetero de 66 años. Basta con escuchar a su

hijo Juan Diego, quien afirma que “mi papá respira y transpira café”, para dimensionar la pasión de Maya.
Estos hombres, por cuyas venas parece fluir café, hacen parte de los 7.217 cafeteros de Fredonia, que representan el 34% de los habitantes del municipio, según cifras del Comité Departamental. Más que nadie, ellos conocen que para florecer hace falta la lluvia.
O al menos así fue con Javier Pareja, quien, como suele pasarle al café, se encontraba en una crisis económica. “Todas las ideas me surgen en la finca. Estaba sentado ahí y recordé a mi abuelita. ¿Si ella hacía su propio café a partir de la finca, yo por qué no?”, confiesa con orgullo el nieto que continuaría una tradición, ya no de autoabastecimiento sino para comercializarlo. Así nació Café Don Chucho, en honor a su papá Jesús Pareja, una marca de café tostado.

A su vez, los hermanos Palacio, liderados por Gustavo, florecerían con Café Luna llena. Este proyecto turístico, que explica el proceso desde el cultivo hasta la taza y tiene marca propia de café, nació luego de la muerte de su padre. “Las cosas cambian. Mi papá era muy llevado de su parecer, nunca quiso renovar los arbustos, aunque estuvieran viejos. No alcanzó a ver este proyecto, pero nos dejó el legado de esa cultura y del trabajo”, reconoce Wilson Palacio.
En los semilleros de café, la plántula aparece entre los 50 y 75 días posteriores a la siembra. Fuente: autoría propia.
Todos estos cafeteros, hijos de una tradición agrícola y padres de otras generaciones, se han convertido en el tallo que, gracias a sus sólidas raíces, ahora sostiene a las nuevas ramas. Y en el caso del café, es allí donde se dan las cosechas, ya sea de granos maduros o de lo que significa la cultura cafetera.




Decidir qué cosechar



Esa falta de interés también la evidenció el Comité Departamental de Cafeteros de Antioquia en sus programas para promover el empalme generacional en el campo. “Optamos por trabajar con niños y no tanto con jóvenes, porque estos últimos ya tenían un pensamiento claro frente al campo, llegando a ser muy difícil cambiarles el parecer sobre la migración a Medellín”, explica Yenny Valderrama, líder de la Unidad de Desarrollo Social del Comité, quien añade que “las buenas prácticas se enseñan más fácil con niños pequeños, por lo que ahora estamos involucrando a los padres de familia, pues ellos son modelo y tienen gran incidencia en las decisiones de sus hijos”, ya sea a favor o en contra del trabajo cafetero.
Cuando el grano de café alcanza su madurez, es recolectado y está listo para iniciar la poscosecha en el beneficio. También los jóvenes, al alcanzar cierta edad, deben elegir lo que consideran más beneficioso para su futuro profesional.
En un proceso húmedo de café, se inicia con el despulpado para retirar la capa externa y dejar al descubierto la almendra, el icónico grano al que le pasa una hendidura por el medio, y que se ha vuelto un paisaje poco atractivo para las nuevas generaciones campesinas. “En el SENA, en un municipio cafetero, ofertamos técnica de cafés especiales para enseñarles a ganar más dinero, y se nos inscriben 5 o 6 personas sabiendo que tenemos cupo para 30. Pero ofrecemos mecánica de motos, negocios internacionales, sistemas, y se inscriben 300 alumnos”, revela Andrés Ruiz, Instructor de Cafés Especiales.
Proceso de beneficio
Tales elecciones están influidas por la ausencia de garantías sociales en el campo. En Fredonia, donde la Federación Nacional de Cafeteros registra que los caficultores han disminuido un 10,8% en los últimos 5 años, se identifican altas tasas de desempleo y poca oferta educativa.
“Yo a mis hijos traté de infundirles el amor por el campo, pero ninguno me lo sacó. Lo disfrutan como de romanticismo, de ver los guayacanes florecidos. Dudo que cuando yo muera ellos continúen con la finca”, comenta con tristeza y resignación la fredonita Elbia Restrepo, pues entiende la complejidad de la labor. Debido a su trabajo en el Comité Departamental de Cafeteros, pudo identificar que “la situación de los cafeteros es muy triste porque están altamente endeudados y porque no tienen seguridad social, la salud debe ser de su bolsillo, o les toca recurrir a remedios caseros”.

En las fincas cafeteras es posible encontrar numerosas familias y personas de diferentes generaciones. Fuente: autoría propia.
“Mi papá nunca tuvo que decirme nada para apasionarme por este mundo, y tampoco pensé que me iba a gustar tanto el café”, confiesa Estiven, diseñador gráfico y estudiante de ingeniería de diseño industrial. Lo mismo le sucedió a su hermano Alexander, quien estudió gastronomía pero terminó “enredado en el mundo del café”. Estos dos jóvenes, que no contaban con seguir la tradición familiar, fueron contagiados por la pasión de su padre, Javier Pareja, y ahora trabajan juntos para sacar adelante la marca Café Don Chucho, diseñada gráficamente por Estiven.
Y no son los únicos hermanos fredonitas seducidos con la cultura cafetera. “Mi papá siempre nos inculcó el café y amar la tierra, pero a la hora de estudiar no nos impuso nada, nos dio la libertad de elegir”, explica Laura, una tecnóloga agropecuaria. Su hermana Carolina, técnica en diseño Gráfico y estudiante de derecho, creció en un medio cafetero pero no se involucró porque desde pequeña le gustaba el ámbito creativo. “Jamás me imaginé que iba a terminar relacionada con café, las cosas simplemente surgieron”, reconoce una de las hijas de Gustavo Palacio, y quien diseñó la imagen corporativa de su marca: Café Luna Llena.

En esa búsqueda para elegir profesión, muchos jóvenes de familias cafeteras se inclinaron por otras labores. Y aunque no siempre sucede, algunos pasaron por un proceso de fermentación como el del café, donde luego de cierto tiempo, aquel grano despulpado sufre una transformación.

Una vez despulpado y reposado entre 12 y 18 horas para que fermente, continúa el lavado y secado de la semilla. Se retiran las impurezas y se exponen al sol o al calor artificial las calidades del grano, lo que deja saber si hay con qué hacer un buen café, cosa similar a lo que pasa con las nuevas generaciones.
Estos jóvenes pusieron su profesión al servicio de tal producto, pero también quisieron educarse en la materia. “empecé a hacer cursos de catación, barismo, incluso hice una tecnología

Mural ubicado en Fredonia, en honor a 'Don Chucho' y su cultura de café. Fuente: autoría propia.
en calidad de alimentos y la enfoqué en el café. He aprendido que más que vender una bebida, es vender una historia”, explica el técnico en gastronomía, Alexander Pareja, quien con su familia ha querido ofrecer un valor agregado.
A través de una transformación en la planta de beneficio, se produce un café tipo pergamino, el café de exportación, que llegará lejos como los jóvenes que abren nuevos caminos del café en Fredonia.

Alexander, Estiven, y su padre Javier Pareja, trabajan en la producción de Café Don Chucho y en la cafetería con el mismo nombre, donde también labora su mamá.

Pedro Nel Maya, vinculado con su familia a Café Los Frailes, fue uno de los ganadores de los incentivos de Antójate de Antioquia, obteniendo un rediseño de imagen, distribución en almacenes de cadena y capacitaciones sobre café.

Carolina y Laura Palacio trabajan en Medellín durante la semana, pero desde allí gestionan asuntos como las redes sociales de Café Luna Llena.

Alexander, Estiven, y su padre Javier Pareja, trabajan en la producción de Café Don Chucho y en la cafetería con el mismo nombre, donde también labora su mamá.

La industria


Si los caficultores fueran a calificar su industria, basados en los atributos que utilizan los catadores para degustar café, tendrían que tener en cuenta el aroma, sabor, cuerpo, acidez y residual, para finalmente anunciar su impresión global.
Al afinar la nariz, muchos han identificado que la industria cafetera no huele bien para el productor. De acuerdo con la impresión global del fredonita Javier Pareja, “el café ha sido el negocio de los arrodillados. Para plantar un árbol y que quede bien anclado a la tierra, hay que estar de rodillas. Luego en la cosecha, tocaba arrodillársele a los recolectores para que vinieran a recoger y no se perdieran los granos. Al final, había que arrodillársele a los compradores. Lo único que ha cambiado es el último aspecto, porque antes había mucha manipulación y si alguien no quería comprarte el grano, no lo hacía”.
Los cafeteros como Javier, coinciden en que su producto tiene garantía de compra. Pero esto implica que lo pagarán según el precio internacional establecido, ya sea que les deje ganancias o no. Además, también los ingresos de los campesinos dependen de su capacidad de producción.
Catar el mercado cafetero

Pedro Nel Maya, quien trabajó con la Federación Nacional de Cafeteros, explica que la caficultura antioqueña es muy parcelada, lo que dificulta satisfacer las necesidades. “Para que una familia de 2 padres y 2 o 3 hijos viva del café, necesitaría cerca de 5 hectáreas cultivadas y una producción de 900 arrobas, pero muchos no tienen esa área ni capacidad de producción, entonces deben alquilar su mano de obra”, calcula Pedro Nel.
Y además del aroma, también aparece el atributo del sabor. El paladar de los campesinos les ha permitido saber que, lejos del balance que caracteriza a una gran taza, el mercado cafetero ha tenido tintes muy amargos.
El desequilibrio de la cadena tradicional de café, basada en producir granos para entregarse a compraventas, que intermedian con las grandes tostadoras y comercializadoras, se evidencia en las ganancias del campesino al que, como explica el ingeniero agroindustrial David Vélez, “apenas le queda entre el 7 u 8 por ciento del precio final”.
En esa calidad al degustar, también se analiza el cuerpo del café, aquella persistencia y desplazamiento de la bebida en la boca. Este sutil rasgo, al igual que la complejidad de los cafés especiales, es difícil de diferenciar para muchos, incluyendo a los que siempre habían sido caficultores.
Desde los ingresos, la compensación es clara. Elbia Restrepo, auxiliar administrativa de la seccional Fredonia del Comité Departamental de Cafeteros, y quien tiene su propia marca de café, compara que “en una compraventa te pagan 6 mil pesos por el kilo de café pergamino, mientras que tostado y vendido como café especial, te pueden comprar la libra a 20 mil pesos. Es muy desproporcionado”.
Juan Manuel Caro, analista de calidad en una compraventa del grano, reconoce que “esta comercialización es entre comillas desagradecida, porque muchas veces no se tiene el precio que se espera por el trabajo y los costos de producción. Por eso la gente está buscando alternativas”.
En el intento por transformar la cadena de valor tradicional, se ha visto un auge de iniciativas de comercialización del propio café, que en Fredonia se evidencia con más de 20 marcas independientes. Muchas buscan diferenciarse por la condición de las personas que lo producen (madres cabeza de familia, víctimas del conflicto armado, etc.), cualidades del entorno, calidad a la hora de tomarse, entre otras razones que insertan a tal producto en la categoría de café especial.

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Compraventa de café ubicada en Fredonia. Fuente: autoría propia.
“En este sector todo está escrito muy bonito y muy bien estructurado, pero vas al campo y la realidad es diferente”, confiesa David con tristeza. En su experiencia con la industria cafetera, llegó a la conclusión de que en ese sistema “se aprovechan de la pasión y el amor que sentimos por el café”.


Pero manejar por completo la cadena de valor exige conocimientos que muchos ignoran, o no llega a ser tan rentable. Pedro Nel Maya, de Café Los Frailes, es de los pocos de Fredonia que tuesta sus granos, pues generalmente esa labor se terceriza. “Puede que no sea tan favorable económicamente, pero nos gusta hacerlo porque podemos supervisar los procesos y garantizar la calidad”, admite Maya.
David Vélez afirma que “muchos se montan en el barco de procesar su café pero se van quedando en el camino. Mientras no tengamos educación,

no sabremos cómo resolver problemas”. Es que uno de los mayores retos es la comercialización, pues requiere acciones de mercadeo que muchos productores desconocen, especialmente con tanta competencia de emprendimientos.
Es la acidez uno de los rasgos más deseados en la bebida. Así también quisieran ser aquellos cafés especiales para los consumidores locales. Pero ese atributo, que se relaciona con mayores alturas de siembra, poco tiene que ver con la baja demanda nacional de café.
A diferencia del grano en pergamino, estas marcas ya procesadas no cuentan con garantía de compra. “He hablado con personas de cafeterías y les ofrezco mi producto para que comparen su rendimiento con el genérico, pero como la diferencia de precios es casi el doble, ellos no le dan la oportunidad”, confiesa Elbia Restrepo.

Es que la cultura de consumir y pagar café de calidad en Colombia todavía es muy incipiente. Javier Pareja, emprendedor fredonita con Café Don Chucho, afirma que “era una apuesta demasiado brava, porque la gente en el pueblo está acostumbrada a pagar 400 pesos por un tinto, entonces venderlo a 1000 pesos sería caro”.
Otra apuesta que están haciendo algunos, en especial los jóvenes, es combinar su proyecto con responsabilidad empresarial. A pesar de ofrecer una taza de calidad, a los caficultores les estaba
quedando un sabor residual en la boca poco agradable, pues el proceso también es importante.
“Nuestra idea es empezar una asociación de pequeños caficultores, con un centro de beneficio comunitario que estandarice procesos, utilice todos los productos y desechos del café, y que el campesino solo se preocupe por entregar las cerezas”, explica Alexander Pareja, de Café Don Chucho, quien junto a su familia busca una estabilidad económica para los caficultores. “En lo ambiental queremos reemplazar procesos de la producción, pues gasta mucha agua y deja residuos contaminantes”, añade.

Y basados en el eslogan Sabiduría que ilumina, Café Luna Llena se propone alumbrar a través del café y el conocimiento. Con su Escuela de Poesía y Paz, abierta a niños y jóvenes de la vereda, buscan compartir saberes y fomentar el aprendizaje en temas como literatura, poesía y café.
Finalmente, llega la impresión global. Aunque muchos campesinos ya tienen clara la calificación del mercado cafetero, luego de esta degustación, tan específica

como una de las diversas tazas de café, es el lector quien decide cuál es para su paladar el mejor balance.
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